Yo también me he apuntado a un gimnasio. Exactamente a Pilates. Un díaa la semana. Me cuesta la intemerata levantarme del sofá para e ir p´allá. Todo sea por tonificarse...
Diario de un gimnasio 1.
Hace un mes que voy a un gimnasio. Un día os lo contaré más despacio. Ahora sólo deciros que sudo durante media hora. Y de eso quería precisamente quería hablaros hoy. Del sudor.
De pequeño me sorprendía mucho que del cuerpo pudiera salir agua. Aún entendía que se pudiera mojar la piel pero que gotas, auténticas gotas, cayeran al suelo procedentes de mi cuerpo sudoroso me causaba maravilla. ¿Era aquello posible? Yo, que era sólido, me estaba licuando. Aún hoy me causa cierta admiración el fenómeno.
Esta tarde, en determinado momento, cuando he bajado de ese aparato que llaman la elíptica, noté que procedente de mi frente una gota había resbalado por la nariz y había caído al suelo.
La veo estrellada en el parquet. Me fijo que junto a la mía, reciente y húmeda, se notan cuatro o cinco manchas similares pero secas. Otros han sudado también allí, seguramente hoy o quizás ayer. Es seguro que cada cierto tiempo (seguramente cada día) pasan una fregona por el piso porque se nota brillante y si no limpiaran en lugar de cinco habría montones de cercos secos superpuestos unos a otros. Es agradable estar en un lugar limpio.
Y da gusto también ir dejando tu rastro de sudor por el mundo. Aunque luego llegue alguien y pase una fregona por encima y se lleve aquellas tus sales minerales a Dios sabe donde. Aguas que formaron parte de mi cuerpo y ya no volveré a ver más. Nunca más en la vida.
Hay gente que lleva un toalla pequeña, la dejan sobre la máquina mientras se mueven, y luego frotan las partes que han podido quedar mojadas por su ejercicio, con el fin de dejarlo limpio para el siguiente. Me parece un modo egoísta de concebir esta historia. Yo no llevo toalla. Cuando noto que tengo una cantidad suficiente de sudor en la frente me lo enjugo con las manos y toco con ellas la máquina sobre la que estoy y si puedo la maquina de al lado. Yo lo entiendo como un modo de generosidad. Algo que es mío, deja de serlo para formar parte de los otros. Podría decirse que, de alguna manera, me estoy dando a los demás. Otro llegará y se sentará sobre el sillín que yo he dejado húmedo y, sin saberlo, estará recibiendo algo mío. ¡Qué bonito!. En los gimnasios nadie se toca. Pero de un modo invisible, a través de este mecanismo secreto, todos estamos misteriosamente en comunión.
Si os soy sincero, lo cierto es que voy por eso. A través del sudor, durante media hora, en modo líquido y gaseoso me fundo con el cosmos.
¡Cielos santo! Acaba de aparecer una hembra que ha dejado por un momento sin respiración a todos los varones que estamos aquí. Ni peircing, ni tatuajes, ni manchas naturales. Presenta una piel limpia y convenientemente hidratada.
Corre un rato sobre la cinta. El brillo del sudor en su piel aún la hace más atractiva. Una chica así no necesita ducha. La veo sudando y no me da ningún asco. Al contrario. Creo que ni aunque llevara una semana sin lavarse me lo daría. Ella no puede estar nunca sucia. En todo caso, sabrosa. No me importaría darle una pasada con la lengua por la espalda cuando terminara su ejercicio de hoy. Con intención puramente higiénica, se entiende. Recorrerla poco a poco con los labios para recoger las sales minerales, toxinas y demás impurezas que estaban en su interior y que han ido saliendo al exterior usando sus poros. Si ella no las quiere me parece un derroche que el agua se las lleve cañerías abajo. Es tan hermosa que hasta eso debe ser en ella aprovechable. O al menos puedo jurar que a mí me aprovecharía mucho hacerle una limpieza de cutis por el procedimiento que he mencionado.
Hace un mes que voy a un gimnasio. Un día os lo contaré más despacio. Ahora sólo deciros que sudo durante media hora. Y de eso quería precisamente quería hablaros hoy. Del sudor.
De pequeño me sorprendía mucho que del cuerpo pudiera salir agua. Aún entendía que se pudiera mojar la piel pero que gotas, auténticas gotas, cayeran al suelo procedentes de mi cuerpo sudoroso me causaba maravilla. ¿Era aquello posible? Yo, que era sólido, me estaba licuando. Aún hoy me causa cierta admiración el fenómeno.
Esta tarde, en determinado momento, cuando he bajado de ese aparato que llaman la elíptica, noté que procedente de mi frente una gota había resbalado por la nariz y había caído al suelo.
La veo estrellada en el parquet. Me fijo que junto a la mía, reciente y húmeda, se notan cuatro o cinco manchas similares pero secas. Otros han sudado también allí, seguramente hoy o quizás ayer. Es seguro que cada cierto tiempo (seguramente cada día) pasan una fregona por el piso porque se nota brillante y si no limpiaran en lugar de cinco habría montones de cercos secos superpuestos unos a otros. Es agradable estar en un lugar limpio.
Y da gusto también ir dejando tu rastro de sudor por el mundo. Aunque luego llegue alguien y pase una fregona por encima y se lleve aquellas tus sales minerales a Dios sabe donde. Aguas que formaron parte de mi cuerpo y ya no volveré a ver más. Nunca más en la vida.
Hay gente que lleva un toalla pequeña, la dejan sobre la máquina mientras se mueven, y luego frotan las partes que han podido quedar mojadas por su ejercicio, con el fin de dejarlo limpio para el siguiente. Me parece un modo egoísta de concebir esta historia. Yo no llevo toalla. Cuando noto que tengo una cantidad suficiente de sudor en la frente me lo enjugo con las manos y toco con ellas la máquina sobre la que estoy y si puedo la maquina de al lado. Yo lo entiendo como un modo de generosidad. Algo que es mío, deja de serlo para formar parte de los otros. Podría decirse que, de alguna manera, me estoy dando a los demás. Otro llegará y se sentará sobre el sillín que yo he dejado húmedo y, sin saberlo, estará recibiendo algo mío. ¡Qué bonito!. En los gimnasios nadie se toca. Pero de un modo invisible, a través de este mecanismo secreto, todos estamos misteriosamente en comunión.
Si os soy sincero, lo cierto es que voy por eso. A través del sudor, durante media hora, en modo líquido y gaseoso me fundo con el cosmos.
¡Cielos santo! Acaba de aparecer una hembra que ha dejado por un momento sin respiración a todos los varones que estamos aquí. Ni peircing, ni tatuajes, ni manchas naturales. Presenta una piel limpia y convenientemente hidratada.
Corre un rato sobre la cinta. El brillo del sudor en su piel aún la hace más atractiva. Una chica así no necesita ducha. La veo sudando y no me da ningún asco. Al contrario. Creo que ni aunque llevara una semana sin lavarse me lo daría. Ella no puede estar nunca sucia. En todo caso, sabrosa. No me importaría darle una pasada con la lengua por la espalda cuando terminara su ejercicio de hoy. Con intención puramente higiénica, se entiende. Recorrerla poco a poco con los labios para recoger las sales minerales, toxinas y demás impurezas que estaban en su interior y que han ido saliendo al exterior usando sus poros. Si ella no las quiere me parece un derroche que el agua se las lleve cañerías abajo. Es tan hermosa que hasta eso debe ser en ella aprovechable. O al menos puedo jurar que a mí me aprovecharía mucho hacerle una limpieza de cutis por el procedimiento que he mencionado.
5 comentarios:
Eres realmente generoso, es cierto.
Pues tú a lo de dejar el sudorcillo lo llamarás comuñón, pero a mi me parece una guarrería. Pero vamos a lo interesante: ¿me llevas mallas, camiseta sin mangas y cinta en el pelo?. Si es así ¡quiero foto!
Angel, "dicen que la distancia es el olvido pero yo no concibo esa razón, pero yo no concibo esa razón porque yo seguiré siendo el cautivo de los caprichos de tu corazón”.
Espero que Raquel no se mosquee. Más, quiero decir.
Avería, llevo un pantaloncito corto de esos elásticos pegados al cuerpo. No sé si eso se llaman mallas o culotte. Aunque estoy pensando cambiar. Aquí los tíos todos llevan pantalón corto ancho.
No tengo biceps que enseñar, así que llevo camisetas anchas de manga corta. Si, ya, tampoco tengo mucho paquete que marcar, pero es que es que no tenía pantalón corto ancho.
¿Foto? todo se andará.
Marcos quiere hacernos creer que nosotros mismos nos expandimos en el Universo y nos mezclamos en él a la vez que el propio Universo se expande hasta el infinito en una comunión ideal.
Pero en realidad él no cree en esa fusión con el cosmos a través del sudor eliminado. Es más, Marcos rechaza tal posibilidad. Yo, que soy su hermano, he convivido estrechamente con él y sé lo mucho que censuraba mi expansión/fusión gaseosa en el cosmos cuando habíamos comido cocido. Poco le importaba a su fina pituitaria (de la que tanto alardea en la captación de feromonas) la parte romántica del asunto: ¡a fusionarse a otro lado!, ¿es que no puedes contaminar el cosmos un poco más lejos? ¡cerdo!.
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